El encuentro


Lola te mira incrédula, no tiene idea de cómo llegaste hasta ahí. Está radiante, con un brillo en los ojos que desconocías. Tu aspecto contraste demasiado con el de ella, llevas una barba terrible y el cabello demasiado largo. Estás temblando y ella te pide que te calmes. No lo entiendes, te sientes completamente sereno, tranquilo, como nunca en cuatro meses ¿o eran más? Ya no lo recuerdas, ni te molestas en hacerlo. Porque ahora Lola está contigo. Sin embargo, la notas distante. Comienza hablarte sobre su función dentro de la secta, sobre cómo has llegado en muy mal momento, ahora no tiene tiempo de escucharte, el gran plan se ha puesto en marcha, y tú solo eres un obstáculo para ella. Sientes que desfalleces. Todo lo que has hecho parece perderse. Estás acorralado. Tu corazón pronto se saldrá por la boca y vomitaras toda la comida china que te mantuvo en pie hasta el momento. Solo tienes dos opciones ir al todo o nada y convencerla de desertar. O fingir, actuar como si estuvieras interesado en sus patéticos planes, volverte una ficha crucial en su teatro. Como si no la hubieras buscado día y noche a ella, porque la amas, sino porque amas su causa.

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